martes, 1 de febrero de 2011

Palestina vs. la Legión del Mal


De niño aprendí que los malos siempre persiguen el mismo objetivo: apoderarse del mundo, esclavizar a la humanidad y gobernarla en su propio beneficio. Afortunadamente existían "Los Superamigos", unos tipos más poderosos que el Presidente de Estados Unidos, que algún don sobrenatural les permitía derrotar a los supervillanos de la Legión del Mal.

De joven me convencí de que esa era una visión simplista del mundo. Que los superhéroes no existen ni los malvados son tan exagerados como los muestran las comiquitas. Que los problemas del mundo no se debían a supermalhechores que quieren dominar el mundo, sino a conflictos bélicos entre naciones y a problemas como el hambre, la pobreza y el subdesarrollo. A tal punto me creí esa explicación que quise llegar a ser un casco azul de la ONU, un "soldado de paz" capaz de evitar conflictos. Por entonces no tenía idea de quién manda en la ONU.

De adulto pude constatar que realmente existen algunos "villanos" de alcance planetario que dejarían en pañales a Lex Luthor, Bizarro o El Acertijo. Que el país adoptivo de Superman y sus amigos no sólo está incapacitado para combatirlos sino que los respalda y los protege. Descubrí un mundo sin Superamigos visibles pero dominado por la Legión del Mal con EE. UU. A la cabeza.

Entre los Supervillanos reales descubrí personajes tenebrosos como narcotraficantes y terroristas, algunos medios de “comunicación” y corporaciones transnacionales más interesadas en sus ganancias que en el futuro del planeta. Pero el ejemplo más macabro lo encontré en las acciones del gobierno de Israel contra el pueblo Palestino. Me resulta difícil encontrar otra injusticia más descarada, prolongada e impune que la guerra de Israel contra Palestina.

Israel es un supermalandro que colonizó el territorio de todo un pueblo, lo sacó a patadas de sus casas, le cayó a golpes a los países vecinos que intentaron defenderlo y practica impunemente la amenaza y el asesinato masivo y selectivo. Es tan escandalosa la maldad de Israel que no existe nación con moral para hablar de Derechos Humanos si antes no se ha pronunciado contra este crimen sistemático. O como diría Fernández Retamar:

Que mientras quede un hombre muerto
nadie se quede vivo
pongámonos todos a morir,
aunque sea despacito,
hasta que se repare esa injusticia.

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