lunes, 4 de octubre de 2010

Golpe de última generación


Todo comenzó con una protesta policial por reivindicaciones laborales. Los medios opositores, acostumbrados a desinformar a conveniencia, lograron implantar la matriz de opinión de que una nueva ley, que busca poner orden en el sector público ecuatoriano, perjudicaba a los policías. Muchos policías se lo creyeron aunque antes de la presidencia de Correa nunca tuvieron mejores beneficios. Hasta allí, nada fuera de lo normal.

La novedad es que un Presidente se vaya al cuartel de la policía para dialogar personalmente con ellos. En condiciones normales se habría valorado el gesto y escuchado sus argumentos. Pero esto no ocurrió y la máxima autoridad nacional recibió bombas lacrimógenas por respuesta. Una agenda golpista estaba en marcha y utilizaba la protesta policial como detonante.

Aunque el ingreso de Correa al hospital haya sido voluntario, su retención, junto a la feroz represión contra el pueblo que intentaba rescatarlo, evidenció una situación abiertamente insurreccional. Si no se trataba de un golpe de Estado en desarrollo ¿cómo se explica que la situación sólo pudo revertirse por medio de una arriesgada operación armada de rescate que pudo costar la vida del primer mandatario? ¿Si fuera sólo un problema de “insubordinación” por qué se disparó contra el vehículo presidencial?

Quienes niegan la evidencia del golpe alegan que no había líderes visibles, ni pronunciamiento golpista; pero el golpe clásico está obsoleto. La CIA ha perfeccionado sus métodos, siendo Bolivia ejemplo reciente de golpe fallido y Honduras de golpe exitoso. No es difícil imaginar los hilos que se movían en la sombra durante las 10 horas del cautiverio de Correa. Fue un plan tan bien concebido que de tener éxito no parecería un golpe y de no tenerlo tampoco.

Se apostaba al magnicidio más o menos “accidental” para lograr el objetivo último: Revertir la Revolución Ciudadana liderizada por Correa y ofrecer el máximo apoyo a un presidente más “amigable” con los intereses norteamericanos en las próximas elecciones “democráticas”.

Aunque nunca se conozca en detalle el plan golpista, es una tontería ideológicamente motivada negarlo o reducirlo a “sublevación” policial, como hicieron los medios opositores de aquí y de allá. Si esta historia no nos sonara tan familiar a los venezolanos, más de un incauto creería que no fue un golpe.

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