martes, 28 de septiembre de 2010

El poder de la Asamblea


Dicen los zapatistas que ellos nunca se propusieron asaltar el Palacio de Gobierno sencillamente porque allí no estaba el poder. Esta afirmación puede desconcertar a cualquiera que esté familiarizado con la concepción clásica del poder político, pero invita a hacernos una pregunta lógica: ¿Si el poder no está en las estructuras convencionales del poder, a dónde carrizo fue a parar?

Tan provocadora interrogante podría generar tratados de filosofía política; pero todo ciudadano debería pensarla alguna vez. En el mundo zapatista la autoridad emana de la obediencia y consideran más legítimo el poder social que el político. Mandar significa mandar obedeciendo; es decir, que quien manda es porque obedece. De allí que todas las decisiones trascendentes que afectan la vida de sus comunidades se decidan en Asamblea.

Los zapatistas han demostrado que incluso en condiciones de acoso y cerco militar la democracia directa es posible. Dándole la razón a quienes (desde Rousseau a nuestros días) pregonan que la soberanía reside en el pueblo. Si la soberanía es una dimensión del poder, entonces un pueblo soberano, un “pueblo legislador”, será un pueblo poderoso.

En Venezuela, al igual que en muchos otros países, la Asamblea Nacional es un poder formal que emana de las atribuciones que le confiere la Constitución. Su legitimidad viene dada por la voluntad popular expresada por los electores, pero es el espacio “natural” de la democracia representativa. Conserva su carácter representativo sencillamente porque todos los ciudadanos no podrían hacer las leyes al mismo tiempo.

La democracia participativa y protagónica, todavía en período de prueba, parece estar en otra parte (en los Consejos Comunales, por ejemplo) y no es malo que así sea. Sin embargo, hay una forma de que la Asamblea Nacional no solamente sea representativa y legítima sino republicana: Legislando a favor del Bien Común. Esto es, que haga su trabajo oyendo y obedeciendo la voz del pueblo.

Es evidente que el “poder” está diseminado de manera desigual en diversos ámbitos (político, económico, militar, cultural, social, individual); pero ¿dónde habrá más poder? ¿En los siervos del dinero? ¿en las multinacionales? ¿en los medios? ¿en los Palacios de Gobierno? ¿en las armas de los imperios? ¿O tal vez en el corazón de cada hombre y mujer consciente de nuestro pueblo?

2 comentarios:

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  2. Muy cierto Manuel, lo que debemos plantearnos hoy en dia es justamente derribar estas estructuras clasicas de la democracia liberal burguesa.. NO caer en su juego tratando de medirnos bajo sus mismos parametros.

    En esta etapa de transicion en la que nos encontramos justo y necesario es, que las estructuras "formales" se abran mas al pueblo, tenemos que en luchar cada dia porque el poder, resida instranferiblemente en el pueblo, en los barrios, los caserios, los pueblo y no en tal o cual palacio en la Ciudad Capital.

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