martes, 8 de marzo de 2011

He aquí un ciudadano


Cuenta Rousseau que una espartana tenía cinco hijos en el ejército. Al llegar un ilota a la ciudad, la mujer, temblando de miedo, le pide noticias de la batalla.
- Tus cinco hijos han muerto.
- Vil esclavo, ¿te pregunté yo eso?
- Hemos alcanzado la victoria.
La madre corre hacia el templo y da gracias a los dioses. He aquí una ciudadana.

La conciencia de ciudadanía fue uno de los secretos del desarrollo político y cultural alcanzado por los griegos que hace 2.500 años inventaron la democracia y, en la mente de hombres como Platón, concibieron la idea de República como ideal de gobierno basado en el Bien Común.

Estos grandes inventores de la humanidad llamaron polis a sus patrias que tenían los límites de una ciudad y politis a sus ciudadanos. Para ellos “politizar” era sinónimo de “civilizar”, es decir, transformar hombres en ciudadanos. Por tanto, quien no mostraba interés por la política no se diferenciaba mucho de los animales. Es cierto que por entonces a los esclavos y a las mujeres no se les consideraba ciudadanos, pero resulta injusto achacarle a los griegos de hace dos milenios y medio una deuda que el mundo occidental no comenzó a saldar hasta hace apenas 200 años, en el caso de la esclavitud. Sin olvidar que el voto de la mujer en la mayoría de los países no fue alcanzado hasta el siglo XX y en otros todavía luchan por alcanzarlo.

Este ideal de ciudadano fue encarnado en Nuestra América por una generación de libertadores entre los que despuntan hombres como Miranda, Rodríguez y Bolívar. Conciencia que sólo puede ser transmitida siendo ejemplos vivientes de los ideales de Igualdad, Libertad y Fraternidad. Eso es lo único que puede transformar “masas” en Pueblo.

En su Discurso ante el Congreso que consolidó la unión de la Gran Colombia, el 3 de octubre de 1821, Bolívar dejará escrito para la posteridad el significado profundo del ser ciudadano: …no puede haber república donde el pueblo no está seguro del ejercicio de sus propias facultades. Un hombre como yo, es un ciudadano peligroso en un Gobierno popular; es una amenaza inmediata a la soberanía nacional. Yo quiero ser ciudadano, para ser libre y para que todos lo sean. Prefiero el título de ciudadano al de Libertador, porque éste emana de la guerra, aquél emana de las leyes. Cambiadme, Señor, todos mis dictados por el de buen ciudadano.

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