martes, 25 de enero de 2011
El principio de la sabiduría…
“El principio de la sabiduría es el temor a Dios”. Sigue siendo el lema que ostenta el escudo de la Universidad de los Andes. Un precepto bíblico que no resiste el más mínimo análisis. Bastaría decir que algo “bueno” como la sabiduría no puede provenir de algo “malo” como el temor. Ni qué decir del concepto de Dios que a través de ideas tan perversas la Iglesia inculcó y sigue tratando de inculcar a la humanidad.
El traje ceremonial de los graduandos de todas las universidades sigue siendo una sotana negra de sacerdote. Y esa palabra llamada “claustro” pasó de ser el patio de la iglesia a una suerte de cúpula ungida con el poder de elegir un rector como si de un Papa se tratara. Son vestigios medievales de los oscuros siglos en que el conocimiento permaneció secuestrado y monopolizado por la Iglesia católica. Para asegurar este poder se inventó La “Santísima” Inquisición que acusó de hereje y persiguió, capturó, confinó, torturó o quemó todo intento de conocimiento popular o alternativo. Es decir, toda sabiduría que surgiera al margen “del temor a Dios”.
Estos signos que evocan el vergonzoso pasado de La Universidad, subsisten bajo el respeto irreflexivo a la “tradición”. Es por eso que resulta más fácil hacer una nueva Constitución y hasta una Revolución que cambiar una universidad “respetable”.
Debatir pública y ampliamente la nueva Ley de Universidades es una oportunidad de abordar temas plenamente universitarios que vale la pena discutir hasta el final, como por Ej.: la admisión, la autonomía, la democracia universitaria, la administración del presupuesto y la rendición de cuentas, entre otros. Pero también ofrece la oportunidad de repensar la función que la universidad cumple en la sociedad. ¿Al servicio de quien está la universidad? Es una pregunta que todos los ciudadanos, universitarios o no, deberíamos pensar antes de pasar a los temas específicos. Mientras no esté al servicio del Bien Común, es decir, de la felicidad de toda la sociedad, seguirá siendo, como en su origen, “Real”, “Pontificia” y, además, capitalista.
Pese a su origen histórico nada hay que no pueda cambiar. Mientras la ULA todavía conserva el precepto bíblico terrorista, el lema de la Universidad Nacional Autónoma de México, no menos místico pero definitivamente más liberador, reza: “Por mi raza hablará el espíritu”.
jueves, 20 de enero de 2011
Regalos para el Parque
Actualmente llamado Generalísimo Francisco de Miranda, el Parque más importante y concurrido de Venezuela está cumpliendo 50 años. Todavía inconcluso fue inaugurado por el presidente Rómulo Betancourt en 1961 como “Parque Nacional del Este”. Por esta razón se encargó su vigilancia a la Guardia Nacional y se encargó construir un cuartel que no estaba previsto; siendo la seguridad de un parque urbano una actividad más apropiada para la policía. Posteriormente el parque cambiará a Parque Recreativo pero nunca cambió su custodia. Un buen regalo de cumpleaños sería transferir la responsabilidad de su seguridad a manos de la Policía Nacional, replicando el éxito que ha tenido en el Metro de Caracas.
Es una obra maestra del paisajismo diseñada por el artista brasileño Roberto Burle Marx. En su proyecto y construcción participaron los arquitectos Carlos Guinand, Fernando Tabora, John Stoddart y el botánico Leandro Aristiguieta. Por esta belleza paisajística junto a sus elementos de valor cultural e histórico el Parque fue declarado como Bien de Interés Cultural y hay quienes consideran que reúne méritos suficientes para llegar a ser Patrimonio de la Humanidad. Sin embargo, esto no significa que sea intocable, porque el propio Burle Marx sabía que hasta el crecimiento de las plantas alteraba el diseño original. Otro regalo para el parque sería que algunos arquitectos hipercríticos de oposición comprendan esto.
Además del desgaste natural del tiempo a menudo acompañado de ineficiente mantenimiento (algo de lo que se quejaba Burle Marx cada vez que retornaba a Venezuela) el parque ha sufrido los rigores del uso intensivo y del mal uso. Últimamente ha mejorado mucho el mantenimiento y varios organismos trabajan por la recuperación total de sus instalaciones y servicios. Ese es el más merecido regalo para un parque que nos ha dado y nos sigue dando tanto.
El Parque del Este, como se le conoce, es parte de los recuerdos de infancia de muchos venezolanos. ¿Quién no ha navegado en sus botecitos, ¿quién no ha disfrutado de su fauna y su exuberante vegetación?, ¿quién no ha disfrutado algún espectáculo en la Concha Acústica? En casi todos los álbumes familiares hay alguna foto a color o en blanco y negro del Parque. Allí está su generosa historia. El mayor regalo que los ciudadanos podemos darle es tratarlo con amor.
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