martes, 2 de noviembre de 2010

Un parque con corazón


Aunque era agosto 2011 ese sábado el cielo parecía decembrino y hacía más verde un Ávila totalmente despejado. Al ver estos colores a Pedro se le ocurrió una idea que sintió genial: ¡Vistamos a los niños que nos vamos al parque! Su esposa le recordó que los 50 bolívares que quedaban de la quincena no alcanzarían para ningún paseo. No te preocupes -respondió sin dudar- llevaremos merienda y gastaremos menos que eso.

Llegaron en metro y al entrar un agente de la Policía Nacional del Comando que custodia el parque los saludó con una sonrisa. A pocos pasos un zanquero vestido de arlequín les anunció la obra que en pocos minutos comenzaría en las inmediaciones de la Concha Acústica.

Terminada la presentación se dispusieron a ir al Planetario por lo que abordaron el trencito gratuito que los llevó en un bonito recorrido por esta joya del paisajismo moderno. En el trayecto, una agradable voz femenina narraba la historia del lugar, su valor patrimonial como Bien de Interés Cultural, los servicios que ofrece y recordaba algunas normas para su cuidado, porque “el Parque es de Todos”. Ya en el Planetario, por apenas 14 bolívares, entraron a la función que por 40 min. los transportó en un interesantísimo viaje de a través del espacio.

Al salir, se sentaron bajo la sombra de un frondoso apamate para disfrutar los sanduchitos y una refrescante ensalada de frutas que mamá había preparado. Continuaron rumbo al Lago grande que exhibía una flota de botes nuevecitos. Durante media hora los cuatro se divirtieron navegando por el lago y sólo pagaron la mitad de la tarifa, porque el servicio era gratuito para niños menores de 12 años y personas de la 3era. edad.

De allí se dirigieron al majestuoso Leander que parecía flotar en el mismo lago. Por el muelle que los fue transportando 200 años al pasado ingresaron a la cubierta cubierta principal. Pudieron ver y tocar réplicas de nuestra bandera madre, la primera imprenta que llegó a Venezuela y los cañones. Recorrieron el camarote del General Miranda y estando a bordo del barco sintieron lo que la valentía de un puñado de patriotas es capaz de hacer por un ideal de Libertad. Salieron conmovidos de lo que acababan de conocer y muy orgullosos de ser venezolanos.

“Este fue uno de los mejores días de mi vida”, comentó de regreso a casa, el pequeño Sebastián a sus padres.

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