martes, 5 de abril de 2011
Otra Tv es posible
Lo primero que un niño latinoamericano aprende frente al televisor es la vergüenza étnica. No porque escuche mensajes racistas, sino porque la programación comercial importada y nacional es protagonizada por un reparto de actores, animadores y conductores que no se parecen a la población morena, negra, india o mayoritariamente mestiza que puebla Nuestra América.
Lo primero que un niño latinoamericano siente frente al televisor es admiración hacia EE.UU. Asombro ante el “desarrollo” y la opulencia exhibida en la mayoría de las series infantiles y juveniles estadounidenses. Viendo televisión todos hemos sido el mendigo ante la vidriera de la tienda lujosa.
En poco tiempo aprenderá todas las lecciones que harán del niño un consumidor teledirigido: quién vende la mejor hamburguesa; cuál es la bebida coloreada, azucarada y gasificada que beberá el resto de su vida, la pasta que le dejará los dientes “más blancos”, los juguetes que pedirá en cada navidad. Al cabo de un tiempo resultará inevitable que sienta vergüenza de haber nacido en un país tan diferente al que ve por Tv.
Desde la invención de la imprenta a nuestros días la televisión ha sido el arma más poderosa para colonizar el territorio mental de la humanidad. La fórmula más eficaz de distracción para neutralizar el pensamiento. Pese a su tremendo poder modelador de la conducta es el medio conservador por excelencia. Al acudir a ella en busca de entretenimiento es un “enemigo” que siempre nos toma desprevenidos.
Quien crea que la fórmula para superar la televisión comercial es oponerle una televisión “radical”, que fácilmente deviene en aburrida y panfletaria, seguirá estrellándose contra el raiting. La televisión jamás ha impulsado una revolución. No podemos esperar que la televisión cambie el mundo, pero una Tv descolonizadora es posible. Una televisión que invite a pensar en lugar de decirnos qué pensar. Una televisión que no se haga sólo para vender sino pensando en el bien común.
Esto pasa por crear contenidos capaces de competir con los famosos enlatados que vienen de fuera y nos lleva décadas de ventaja en producción, tecnología e industria audiovisual. La televisión posible tiene el desafío de promover el orgullo étnico; la memoria histórica; la identidad; la autoestima nacional, sin sacrificar el entretenimiento y la calidad.
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